sábado, 17 de enero de 2009

Viernes, 16 de Enero

El reencuentro con Airemi, después de una semana sin vernos, ha sido espectacular, muy sentido. La quiero, me gusta como es, navegamos en la misma órbita, me siento bien estando a su lado, nos entendemos sin necesidad de hablar demasiado y gracias a ella, a su generosidad para quererme y a otras muchas cosas, la soledad deja de ser una seria amenaza que planea sobre mi futuro (como una ave de rapiña) para convertirse en algo pasajero, momentáneo, no para siempre, un inconveniente que desaparecerá el día en que decidamos irnos a vivir bajo el mismo techo, entre las mismas paredes, sobre el mismo suelo, dentro de la misma cama, fundidos en el mismo cielo lleno de estrellas. El domingo por la mañana, a las ocho y media, después de siete días sin haber podido salir a correr, volveré a calzarme las Nike pegasus, iré a buscar a mi amigo y compañero de rodajes Carles Aguilar, haremos una tirada larga de unos veinticinco kilómetros más o menos y volveré a sentirme el hombre más feliz del mundo después de haber estado una semana, a causa de la lesión, sintiéndome el hombre más desafortunado de la tierra. Hoy me han presentado a Manuel Tintoré, amigo de Airemi, y en honor a la verdad debo decir que me ha caído bien desde el principio, he sentido muy buenas vibraciones cuando nos hemos estrechado las manos y el hecho de que tengamos el mismo nombre de pila y que hayamos nacido el mismo día y el mismo año nos ha llevado a mantener una pequeña, banal e insignificante conversación acerca de las casualidades que a veces tiene la vida.

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