martes, 20 de enero de 2009

Martes, 20 de Enero

Si por algún motivo que ahora se me escapa me viera en la necesidad de hacer un pequeño y esquematizado balance de mi vida, en una escala que fuera de mal a bien, sería el siguiente: Físicamente, bien (soy capaz de recorrer muchos kilómetros a buen ritmo sin apenas cansarme). Emocionalmente, bien (estoy enamorado de Airemi). Intelectualmente, bien (escribo casi cada día unas cuantas líneas y leo un promedio de tres libros al mes). Económicamente, mal, muy mal, bajo mínimos, por debajo de la línea de flotación, apenas ingreso lo suficiente para sobrevivir. No me quejo. El dinero, ganarlo, nunca ha sido santo de mi devoción, nunca le he prestado demasida atención y siempre he creído, tal vez erróneamente, que en la vida hay otros valores más importantes a los que dedicar mi tiempo y mis energías. No me arrepiento de haber tenido este pensamiento durante tantos años y tampoco me arrepiento de haber llegado a los cincuenta años sin nada material a lo que asirme, con los bolsillos vacíos y una cuenta corriente que siempre, mes a mes, indefectiblemente, año tras año está en números rojos. Hoy por hoy sólo me tengo a mí mismo, soy mi única propiedad, lo único que es realmente mío, lo único que dejaré a mis hijos en testamento el día que me muera, lo único que me llevaré a la tumba o a la fosa común, allá donde quieran tirarme. Me da igual el sitio donde dejen mis huesos. Lo importante, lo que realmente cuenta, aquello por lo que sí vale la pena haber vivido es el pensamiento, las intenciones, la energía, las buenas vibraciones, el buen rollo que has dejado a tu alrededor durante el tiempo que has existido, tu recuerdo, el que sigan hablando contigo, el que te sigan escuchando una vez hayas desaparecido y ya no estés presente. Eso sí que vale la pena. De todo lo demás se puede y se debe prescindir. No nos engañemos. La vida, vivir, es mucho más fácil de lo que nos intentan hacer creer. A veces tengo la sensación de que estamos inmersos en una gran mentira y esa mentira nos gusta, nos atrae, hacemos todo lo posible para fomentarla, para que no desaparezca y siga y siga y siga. Hoy ha sido un día de trabajo como tantos otros. Desde las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde no ha sucedido nada digno de ser anotado en este diario. Son las doce y cuarto de la noche. Me voy a dormir.

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