lunes, 26 de diciembre de 2011

Aprovechando que hoy ha sido fiesta en Barcelona me he despertado a la hora que tengo por costumbre hacerlo (no tengo remedio, soy un animal de costumbres), y amparándome en el hecho de que no tenía que ir a trabajar me he pegado el gustazo de hacerme el remolón, dejar pasar los minutos y cuando he salido a correr ya eran las ocho y media de la mañana; tenía ganas, el termómetro marcaba seis grados de temperatura, la ciudad estaba vacía, desconocida, sin coches, sin ruído, sin nadie en las calles; era como una imagen distorsionada de la realidad, la escena de una película que nunca se hubiera rodado, un mundo perfecto en el que el ser humano, el menos humano de los seres, brilla por su ausencia; ojalá estuviera siempre así y no estuviéramos tan inmersos en la mediocridad y fuéramos un poco más humildes y modestos y valorásemos al prójimo más por lo que es cuando está solo que por lo que tiene y por lo que dice cuando está en compañía; pero bueno, vamos a lo que vamos; por regla general siempre tengo claro lo que voy a hacer antes de salir a correr, pero hoy no; ni me apetecía un rodaje continuo de muchos kilómetros (tirada larga), ni setenta y cinco minutos de carrera continua intercalando cambios de ritmo, que es lo que vengo haciendo últimamente, incluyendo los primeros de calentamiento y los últimos de enfriamiento; así que he dejado que fueran mis piernas las que marcaran el rumbo a seguir sin interferir para nada en sus decisiones y cuando he querido darme cuenta ya estaba en dirección al parque de atracciones del Tibidabo, la montaña más alta de la Sierra de Collserola, situada a 512m de altitud y desde cuya cima puede contemplarse el desolador paisaje de una ciudad superpoblada, atiborrada de cemento e inhóspita como la gran mayoría de las ciudades de este planeta que poco a poco se dirige sin remedio a la deriva; en total han salido diecisiete kilómetros, ocho de los cuales han sido de una continua ascensión a las alturas y las sensaciones que se me han quedado grabadas en la piel,o donde se graven ese tipo de cosas, han sido buenas y positivas al terminar porque un día más he tenido la inmensa suerte de poder hacer una de las dos cosas que más satisfacciones me reportan; la otra es vivir.

11 comentarios:

  1. El día de San Esteban es tan largo como cualquier otro, da tiempo a dar un par de vueltas extra en la cama, correr, comer las sobras de Navidad y mucho más que eso... Se trata de disfrutarlo todo ordenadamente, no? :)

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  2. 17 kilometrazos para aprovechar el día festivo, eso está pero que muy bien, envidia sana me das, tengo unas ganas de pillar un día libre para pegarme un lujo de esos que no te cuento.

    Un saludo.

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  3. Salir a correr temprano es uno de los lujos que nos dan los días de fiesta, aunque muchos nunca lo entenderán.

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  4. Me encanta leer tus relatos, te superas en cada uno de ellos, al igual que en tus vuelos diarios.
    Seguimos leyendonos.

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  5. Con el comienzo no sé porque pero me has hecho recordar la Sombra del viento... gran entreno se ha marcado el Señor Tintoré!

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  6. ...desde luego aprovechar esa mañana fresquita por una ciudad inerte en estas fechas, debe ser una gozada..buen entreno Sr.Tintore....

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  7. La Sombra del Viento, para mi la mejor novela que he leído en mi vida... cuando visite Barcelona pasaré por la Calle de Santa Ana... No lo dudes, atreveté a leerla de nuevo... Es cierto, mi comentario, el comienzo me tu entrada me ha transportado al cementerio de los libros olvidados...

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  8. El Juego del Angel, lo tengo a dos metros de distancia, he comenzado a leerlo pero hay algo que no me atrapa... No es la Sombra del Viento, sin duda

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  9. Buen rodaje y sabias piernas que se van ha buscar los amplios horizontes.

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  10. Manuel, yo he descubierto el placer de salir a entrenar los fines de semana a las 11 de la mañana, con frio pero con sol...una gozada!!

    FELICES FIESTAS!!

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  11. Geniales reflexiones Manuel y máxime sabiendo que han sido después de un rodaje en el que has disfrutado tanto, escuchando a tus piernas. Un beso

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