Jueves, 17 de Febrero.

Esta mañana, a las ocho en punto, bajo la misma tenue pero persistente lluvia de ayer, y aprovechando que por buena conducta me han dado el día libre y me han dejado salir del penal en el que llevo encerrado más de quince años por un delito que no cometí, la justicia no existe, he aprovechado el tiempo tal y como me enseñaron de pequeño, y contento y feliz por poder vivir sin remordimientos y satisfecho con lo poco que tengo y con lo poco que soy, nunca he sido muy ambicioso, he salido a correr por el Paseo marítimo de Vilanova y La Geltrú, completando un total de doce kilómetros entre los que he incluído diez subidas de un minuto cada una a la ermita de Sant Cristófol y dos cambios de ritmo de diez minutos; total, buenas sensaciones; por la tarde, y antes de que me tocara regresar a prisión, todavía he tenido tiempo de rodar nueve kilómetros con otros dos reclusos condenados a cadena perpetua por un exceso de prepotencia en sus vidas; por cierto, que conste en acta que vuestros últimos comentarios han conseguido emocionarme y han estado a punto de hacerme saltar las lágrimas; no he llorado porque aquí dentro podría tomarse como un síntoma de debilidad y eso podría causarme serios problemas; en cuanto salga, si es que consigo hacerlo algún día, lloraré a moco perdido, palabra.