Lunes, 13 de Septiembre.

Las molestias musculares que ayer me tocaron lo que no suena y que me obligaron a quedarme en casa en contra de mi voluntad hoy han recibido un duro golpe en su orgullo y gracias a que las defensas de mi organismo han sabido reaccionar a tiempo y con energía no han tenido más remedio que salir de mis isquios como alma que lleva el diablo y con el rabo entre las piernas, cabizbajas y abatidas, derrotadas y rotas sus esperanzas de fastidiarme un día más; cuando esta mañana me he despertado y he notado que mi pierna izquierda no protestaba y apenas me dolía ha sido como un regalo caído del cielo, algo así como cuando a un niño de tres años le das un caramelo de fresa o un globo de color rojo, la cosa más insignificante del mundo pero cargada de una alegría indescriptible; durante todo el día he estado pendiente de mi pierna como si fuera el tesoro más apreciado del universo o el gran amor de mi vida y cuando después de trabajar he llegado a casa y he podido comprobar que tanto el semimenbranoso como el semitendinoso y el biceps femoral estaban limpios y en perfecto orden de revista, entonces ha sido cuando me he animado a vestirme de corto y salir a correr; al principio, durante los primeros veinte minutos, he sido prudente y corría con miedo, atento al más mínimo pinchazo que pudiera sentir, pero ante la insistencia de la región posterior de mi muslo, que no dejaba de gritarme que le diera caña y que el peligro ya había desaparecido, poco a poco he ido aumentando el ritmo y ganando seguridad y confianza en mí mismo y al final me han salido veinte kilómetros de carrera continua con algún que otro cambio de ritmo de tres minutos y antes de ducharme y mientras realizaba los estiramientos de rigor mentalmente he lanzado un corte de mangas a las molestias musculares de los cojones y he cubierto de besos de agradecimniento a mi pierna izquierda que en honor a la verdad debo decir que se ha portado como una auténtica campeona.