Miércoles, 21 de Julio.

Hoy han sido dieciséis kilómetros; el cuerpo me pedía subir, las piernas me pedían subir, la cabeza me pedía subir, el organismo entero me pedía subir, la sangre me pedía subir, la vecina del quinto me pedía subir, la señora que en la parada del autobús esperaba el 22 me pedía subir, la voz de mi otro yo me pedía subir, el aire caliente y el calor sofocante de las seis y media de la tarde me pedían subir, mi hija desde la casa de colonias en la que está pasando unos días me pedía subir, el cuerpo de Airemi desplegando toda su sensualidad me pedía subir, mis muertos maravillosos y entrañables me pedían subir y la verdad es que ante tanta insistencia y petición no he tenido más remedio que subir y así lo he hecho; he salido de casa y sin dejar de subir he llegado hasta la montaña del Tibidabo, 512 metros de altitud, cincuenta y cinco minutos subiendo y sudando y disfrutando y sintiéndome de pe-eme, que en un lenguaje más directo significa de puta madre; día redondo y subido, entreno completado, sueño merecido; mañana más; me gustaría hacer veinticinco kilómetros de carrera continua, ya veremos qué me depara ese puto destino que no deja de observarme por el ojo de la cerradura de la vida, será que está enamorado de mí o que no se fía mucho de mis intenciones, allá él con su desconfianza, toma destino.