miércoles, 29 de abril de 2009

Miércoles, 29 de Abril

Antes de retirarme a mis aposentos para dar merecido descanso a mi fatigado cuerpo, dos líneas para comunicarle al señor Carlos Aguilar Martinez que aunque la penitencia que me ha impuesto me parece excesiva, injusta y del todo improcedente, la cumpliré con todo el honor y el orgullo del que soy capaz, siguiendo en todo momento los cánones de comportamiento que marca el abecé de la nobleza y la hidalguía, aunque en ello me vaya la vida por agotamiento. Diez treinta y siete de la noche. Poco después de llegar de Barcelona. Una vez más hacer el amor con Airemi ha sido como correr cuarenta y dos kilómetros y ciento noventa y cinco metros por un circuito en el que han predominado los sentidos y las buenas sensaciones, la belleza del paisaje y la suavidad del recorrido; una maratón atípica en la que no han habido ni dorsales, ni patrocinadores, ni arcos de salida ni arcos de llegada, sólamente Airemi y yo, los dos corriendo uno encima del otro, al mismo ritmo, sin importarnos lo más mínimo el tiempo que íbamos a emplear en cubrir la distancia que en su día Filípides marcó como mítica.

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