domingo, 1 de marzo de 2009

Domingo, 1 de Marzo

Después de una semana en la que han predominado el miedo, las dudas y la incertidumbre, hoy he corrido la maratón de Barcelona. Me he despertado a las cinco y media de la mañana con muy buenas sensaciones y con muchas ganas de correr. Nada más poner los pies en el suelo he tenido la intuición de que podría hacer una buena carrera. Mi cabeza y mi cuerpo así me lo hacían saber. A las seis cuarenta y cinco minutos me he reunido en la estación de Vilanova con Eaglerun y con Josep Antoni Córdoba, dos buenos amigos y mejores compañeros de rodaje. Hemos subido al coche y cada uno con sus pensamientos, a la expectativa, nos hemos dirigido hacia Barcelona. El tiempo, a esa hora de la mañana, era ideal para correr, nublado y amenzando no mucha lluvia, trece grados de temperatura y nada de viento, todo perfecto para hacer realidad nuestros sueños. Hemos llegado a la ciudad condal con tiempo más que suficiente para encontrar aparcamiento cerca de la llegada, cambiarnos con tranquilidad, sin prisas, y colocarnos en nuestros respectivos cajones de salida. El ambiente era espectacular. Más de nueve mil personas esperando impacientes el disparo de salida, cada uno visualizando su carrera, deseando lograr el tiempo que durante tantas semanas había imaginado, confiando en que el entreno realizado a base de mucho sacrificio y voluntad diera los frutos deseados. Después de haberme despedido de Eaglerun y de Josep Antoni y de haberles deseado mucha suerte, me he colocado al lado de los tres corredores que llevaban el globo, la referencia de las tres horas y treinta minutos y he salido con ellos con la intención de acompañarlos hasta el kilómetro treinta y cinco, y a partir de ahí, si me quedaban fuerzas y energías suficientes, aumentar el ritmo con la idea de parar el cronómetro por debajo de las tres horas treinta. He disfrutado de la maratón. Durante todo el recorrido me he encontrado muy bien, muy suelto, con mucha confianza en mis posibilidades, llevando un buen ritmo, respirando sin agobios, por la nariz, notando que mis piernas y mi corazón respondían a la perfección, acompasadamente. En ningún momento me he sentido cansado, en ningún momento he tenido la sensación de estar corriendo cuarenta y dos kilómetros. He ido superconcentrado, sin hablar apenas con nadie, controlando las reacciones de mi cuerpo, pensando sólamente en el ritmo que llevaba, disfrutando un montón de lo que estaba haciendo, sintiéndome un ser diferente, algo especial para mí mismo. Estaba rodeado de cientos, de miles de corredores y sin embargo, durante la mayor parte del recorrido, era como si estuviera solo, como si no hubiera nadie más a mi alrededor, como si fuera el único que estuviera corriendo por las calles de Barcelona. Esa es una de las muchas grandezas que te ofrece una carrera como la maratón, la capacidad de poder sentirte solo aunque estés rodeado de nueve mil personas, el poder encerrarte en tí mismo, el poder envolverte en tus sensaciones y escuchar sólamente tus pensamientos a pesar del griterío del público y de las conversaciones y de las respiraciones, muchas veces agónicas, de los corredores que están a tu lado. En el kilómetro treinta y cinco, tal y como tenía previsto y sintiéndome con fuerzas para ello, he aumentado el ritmo, me he puesto por delante de las liebres que llevaban el globo de referencia y a partir de ese momento han sido siete kilómetros en los que uno se da cuenta de que el entreno realizado está dando sus frutos porque ahí es cuando empieza realmente la maratón y ahí es cuando uno tiene que apretar los dientes, darlo todo, vaciarse y demostrarse a sí mismo que es capaz de cumplir el objetivo que se había marcado antes de salir. Llegar entero y sobrado a la Avenida de María Cristina, cruzar la línea de meta, mirar el reloj y comprobar que el cronómetro se ha detenido en tres horas y veintiocho minutos ha sido una de las experiencias más gratificantes que he podido vivir esta mañana. Una vez he llegado y me he quitado el chip de la bamba me he fundido en un sincero y emotivo abrazo con Eaglerun (tres horas y treinta y tres minutos) y con Josep Antoni (tres horas y treinta seis minutos) porque los tres, después de mucho esfuerzo, después de muchas horas de intenso trabajo hemos conseguido lo que nos habíamos propuesto y eso es algo que no se puede explicar con palabras. Cada uno de nosotros sabe, dentro de sí mismo, lo que ha hecho y cómo se siente. (Total kilómetros a la semana: 66)

5 comentarios:

  1. Quina marca més bona. Com es nota quan la feina s'ha fet correctement.
    Felicitats Manel.

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  2. Bones Manel, descobreixo avui el teu racó. Felicitats per la carrera que vas fer el diumenge. Em sap greu no haber coincidit ni abans ni desprès de la mateixa. Quins ritmes més constants i que forts vàreu arribar tant tu con en Carles al 35. Realment el pla que teníeu previst a donat uns resultats extraordinaris.

    Arreveure.

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  3. Hola...
    Ja tens ganes de tornar a entrenar...?? Des del proppassat diumenge ja estem pensant en el proper Marató, oi...?? De moment anirem rodant sense pressió unes setmanes per gaudir del exit compartit... Ens veiem diumenge...!! I et torno a felicitar per el teu magnífic Marató de Barcelona... (Tinc sana enveja... Serè jo algun dia sub 3:30 h...???)
    Per cert, qué t`ha comentat el Manel Tintoré del la gran cursa que ha fet en Manuel Binoy...?? Estic intrigat per saber-ho....

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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