martes, 17 de febrero de 2009

Martes, 17 de Febrero

Esta tarde he salido a correr con más ganas y menos cansado que ayer. Después de haber llegado a casa y de haberle preguntado a mi hija de once años cómo le estaba tratando la vida, me he puesto las Nike Pegasus y el uniforme de corredor (mallas negras y polar azul claro) y cantando bajo la lluvia, sintiéndome bien, silvándole al viento y lanzando las campanas al vuelo he salido a trotar por el paseo marítimo. Perfecto, maravilloso. Al final he hecho quince kilómetros (una hora y dieciocho minutos) a un ritmo vivo y alegre, notando cómo mis piernas y mis brazos obedecían a la perfección y sin rechistar las órdenes que recibían de mi cerebro. A once días de la maratón de Barcelona debo confesar, y confieso sin ningún miedo a estar equivocado, que la sensaciones que tengo en estos momentos son muy, pero que muy buenas. Me encuentro muy bien, estoy animado tanto de espíritu como de coco, nada me duele, ningún músculo, ningún tendón, ninguna fibra, nada en mi cuerpo está fuera de lugar, todo está en su sitio, perfectamente controlado y espero que siga así de bien hasta que llegue el día de y la hora hache. En otro orden de cosas debo dejar constancia del hecho de que en un corto espacio de tiempo (una hora y media) como si se hubieran puesto de acuerdo, como si entre los dos hubieran querido urdir un complot en mi contra, he recibido dos llamadas de teléfono. La primera de Airemi y la segunda de Eaglerun. Parecían estar seriamente preocupados por mí. Querían saber si me sucedía algo, si me encontraba bien, si había algo en mi estado de ánimo que no estuviera como yo deseaba y por encima de todas las cosas querían que les explicara las razones, los motivos de por qué últimamente soy tan soso y tan parco y tan perezoso a la hora de escribir. A los dos les he dicho lo mismo y a los dos les he dado la misma explicación después de haberles agradecido de todo corazón su interés y sus muestras de amistad y de aprecio hacia mi persona. Cansancio, puro cansancio. Agotamiento. Cuando me siento delante del ordenador suelen ser las once o las once y media de la noche y la verdad es que a esas horas ya no estoy para muchos trotes y el noventa por ciento de mi cerebro está que se cae de sueño. De todas maneras os prometo (Airemi y Eaglerun) que a partir de hoy, y en vuestro honor, y como prueba de mi más sincera amistad, haré todos los posibles para resurgir de mis cenizas, hacer un esfuerzo sobrehumano que reviente todos los límites de lo imposible y escribir cada día muchas líneas para vosotros y sobretodo para mí. Un abrazo.

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