jueves, 12 de abril de 2012

Si aceptamos como válido el axioma de que todos los tontos tienen suerte, entonces mi señor el gran visir Tintoré "Le fou" es el más tonto de todos los tontos, y no porque sus niveles de tontería sean alarmantes, que pueden serlo, sino porque hoy la SUERTE con mayúsculas se le ha presentado de cara y de la siguiente forma; resulta que al igual que la mayoría de sus señorías, el actual heredero de la casa "Le fou" tiene que buscar y encontrar cada día, sea como sea, ese plus de motivación extra que le permita ponerse en marcha y llevar a buen puerto el entreno diario que previamente ha pactado consigo mismo; la manera más habitual de conseguirlo es echando mano de la voluntad, doblegándola, o poniendo en funcionamiento los resortes de la imaginación más incipiente; allá cada cual con el sistema que prefiera; al final, de lo que se trata es de salir y entrenar y la verdad es que no tiene demasiada importancia, por no decir ninguna, los medios que se hayan escogido para justificar el fin; pero vamos a lo que vamos y vamos a dejarnos de tantos vamos que no conducen a ninguna parte; resulta que a escasos trescientos metros del restaurante vegetariano en el que mi señor pasa ocho horas al día trabajando y disfrutando del trabajo que hace, han abierto una tienda, ver imagen, que por su variado contenido es difícil atribuirle una especialidad concreta; según los rumores que siempre se propagan como un reguero de pólvora los propietarios son rusos y la calidad de los productos expuestos es buena, tirando a muy buena, y contrariamente a lo que se pueda pensar en un principio el precio de los mismos es bastante asequible y nada desorbitado; pero a mi señor nada de esto último le interesa ni le preocupa; lo que le ha llamado poderosamente la atención es el nombre de la tienda, las tres letras que cuelgan como suspendidas en el aire, las iniciales que dan nombre y apellido a la dietilamida de ácido lisérgico y eso sí que es toda una motivación para mi señor; cada tarde a las cinco, después de trabajar, el actual heredero de la casa "Le fou" entra en dicha tienda, pasea la vista por todos y cada uno de los objetos que por un motivo u otro le atraen de una manera especial, y como si estuviera en una comunión con las alturas los toca, los acaricia, los huele, los siente, los hace suyos a través de los sentidos abiertos como si se tratara del mismo Jean-Baptiste Grenouille, protagonista de "El perfume", y los vuelve a colocar en su sitio mientras su nariz y parte de su cerebro van absorbiendo el humo de unas barritas de ¿incienso? que van quemando muy lentamente, y cuando después de unos minutos mi señor sale de la tienda ya no le hace falta ni doblegar a la voluntad ni poner en marcha los resortes de la imaginación para encontrar esa motivación tan deseada; es como si la misma tienda lo alimentara, lo renovara por dentro, le llenara de una energía especial y lo empujara a llegar cuanto antes a palacio, cambiarse de ropa y empezar a entrenar como lo ha hecho ésta misma tarde, una hora y treinta minutos de pedaleo estático, y sudando.

5 comentarios:

  1. Y como cuesta doblegar la voluntad cuando no tenemos algo en lo que motivarnos!!!
    Esa tienda ha sido un regalo caído del cielo.
    Un fuerte abrazo!!!

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  2. Más fotos de la tienda queremos a ver si nos venimos todos arriba...

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  3. Pues comprales algo, que si entras muchas veces y no les compras nada, te van a fichar y no te van a dejar entrar, jajajajaja.

    Un saludo.

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  4. Me he quedado estupefacto con la foto. Así, sin más...!, la palabra Rusos, combinada con tienda de incienso y las letras LSD, ha hecho saltar todas mis alarmas...!!!

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  5. LSD? oler, huela usted todo lo que quiera en esa tienda pero no se le ocurra probar ese ácido, jejeje, no vaya a ser que se nos dope y le coja el gusto.. aunque usted sabe de que son esos inciensos??

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