Esta mañana he salido a correr como cada día a la misma hora y ya desde la primera zancada he sabido que iba a ser un entreno de los de verdad, no porque los otros hayan sido descafeinados, que no lo han sido en absoluto, sino porque dejándome llevar por la fuerza y la potencia que emanaba de mi interior como un caudal de agua inagotable no he puesto ni freno ni control a mis ganas de correr y a la voracidad de mis piernas que me pedían rapidez y constantes cambios de ritmo de dos minutos y así, durante los quince kilómetros que ha durado la salida, he apretado los dientes, he braceado con rabia, me sentía por encima del mundo, más allá de esta vida y de la otra, un ser privilegiado, una fortaleza física fuera de lo normal, un cuerpo y una mente de acero y por encima de cualquier otra consideración un tipo con mucha suerte y plenamente dichoso y feliz corriendo a las seis de la mañana en medio de una ciudad vacía y solitaria y toda para mí, pateando unas calles desiertas mientras el resto de la gente no existía o dormía y en algún momento me he escuchado a mí mismo gritando de euforia, cantando en voz alta, casi chillando, diciéndome que poder vivir ese cúmulo de sensaciones que se exprimentan cuando uno corre es la ostia, una verdadera gozada, la mejor terapia contra todos los males que acechan al ser humano, el mejor antídoto para todos los problemas; ¿qué más da si no tienes dinero para llegar a fin de mes?, ¿qué más da si has tenido una discusión de campeonato con tu pareja?, ¿qué más da si tu mejor amigo te ha traicionado y ha dejado de creer en tí?; cuando uno está corriendo y es consciente de que está corriendo bien no existe nada, todo desaparece, se evapora, pierde importancia, se relativiza, se olvida, pasa a un segundo o quinto plano y sólo queda tu esfuerzo, tu sudor, tú mismo y nadie más, sólo tu cuerpo moviéndose y tu cerebro diciéndote sigue corriendo, no te pares, otro cambio, más rapido, ahora recupera, ahora aprieta, aquella cuesta, la más empinada, la más larga, súbela, esfuérzate, revienta, ahora bájala y sigue corriendo, dos kilómetros más, es igual que llegues tarde al trabajo, la vida es esto, correr, lo demás no tiene ninguna importancia, este momento es el tuyo, ahora eres el rey, el emperador, el césar, el dueño del mundo, el tío más cojonudo de la tierra, el resto de la humanidad es mediocre, no sabe lo que se pierde y tu eres DIOS y estás corriendo y... !uf! no sé cómo expresarlo; podría pasarme horas y horas escribiendo sobre lo mismo y nunca llegaría a expresar con exactitud lo que sólo los que corremos sabemos lo que se siente.
...la pena es que no puedes estar todo el día corriendo, y al final vuelves a la realidad de esos problemas... eso sí, con la satisfacción personal de que hay un ámbito en tu vida en el que eres fuerte, sabio y en el que eres feliz. Y eso no te lo quita nadie. Estoy de acuerdo, correr es una terapia maravillosa.
ResponderEliminarSeguro que después de esta experiencia quasi-astral has tenido un día quasi-perfecto!
ResponderEliminarManuel, muchas de tus reflexiones y de tus comentarios emanan exactamente un sentimiento que muchos compartimos, en unos casos desde hace tiempo, otros, lo acabamos de descubrir. Espero que guardes celosamente todos estas reflexiones, y que las entradas de este blog, sean el embrión de la futura edición de un libro, que gustosamente, muchos de nosotros compraríamos. Sigue corriendo, sigue animándonos ¡¡, sigue escribiendo.
ResponderEliminarEn automotivación no te supera nadie. Eso es fuerza mental y lo demás son tonterias.
ResponderEliminarAsí da gusto.
Un abrazo.
Enhorabuena, disfrutas con esto. Lo demás, no importa.
ResponderEliminarQue buenas sensaciones! di que si, comparto lo que sientes.
ResponderEliminarUn saludo!
Que gran entreno y que grandes verdades has dicho, durante unos minutos has sido el ¡puto amo!, jeje, un saludo.
ResponderEliminarMuy bien expresado.
ResponderEliminar¿Hace falta decir que estamos 100% identificados?
Perfecta definición de ese entreno en el que eres el AMO DEL MUNDO.
ResponderEliminarEres la caña Manuel, mejor dicho, eres DIOS!!
ResponderEliminarDi que si!
Una fortaleza mental insuperable. Ya te pediré un poco cuando ande escaso... o me voy a correr a las 6 de la mañana para ver las sensaciones.
Un saludo, amigo!!
Qué buen post. Uno de los mejores que he leído!
ResponderEliminarSigue asi.
Saludos desde the other side!
A mi me pasa lo mismo, el rato del entreno, es mio y solo mio, después ya vendrá lo que sea, pero ese ratito es para mi.
ResponderEliminarYeeeeaaaaaahhhhh¡
ResponderEliminarManuel que manera de manejar la lingüistica socio, que manera de expresar tan claramente lo que sientes, que manera de disfrutar corriendo. Felicidades makina. Un saludo.
ResponderEliminarNo haces falta que nos expliques más cosas... Sabemos lo que sientes ;)
ResponderEliminarHola, Manuel. Vaya fuerza que transmites con tu entrada. Si es que dan ganas de salir a entrenar ya mismo e intentar sentir esas sensaciones. Me alegro mucho. Un abrazo,
ResponderEliminarJesús
Me identifico con lo que dices. Hay algo que hace que correr nos llene tanto...
ResponderEliminarHola Manuel, hoy he sentido lo mismo...y me he visto reflejado en el gran Manuel Binoy.
ResponderEliminarUn saludo
Quique
Tengo ganas de poder sentir esa sensación plena, de momento sólo soy la virgen, pero quiero llegar a ser Dios, aunque me vale con la de Dios.
ResponderEliminarUn abrazo y ten cuidadín con el aterrizaje.
Una pasada de entrada, creo que todos los que corremos nos sentimos así pero tu lo descibes acojonantemente bien.
ResponderEliminarUn saludo.
De mayor quiero corre como tu jejeje un abrazo Manuel y envida sana, vaya añito que llevo en lo deportivo claro... Abrassssoooooo.
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