viernes, 9 de abril de 2010

Viernes, 9 de Abril.

Esta mañana doce kilómeros de carrera continua con un cambio de ritmo de diez minutos y con el cuerpo ya del todo recuperado después de la media borrachera de ayer por la tarde; gracias a la combinación de sudor y evaporación de toxinas creo que el alcohol almacenado en mi organismo ha terminado por quemarse del todo y después de los obligados estiramientos he vuelto a ser yo, el mismo, el de siempre, el de todos los días, el que ahora escribe, lúcido y sereno, sentado, aposentado como la gran mayoría en la rutina, en el conformismo general de esta sociedad excesivamente globalizada que ya no se inmuta por nada y es incapaz de reaccionar; es como si nos hubieran sedado, como si nos hubieran inyectado un tranquilizante para elefantes superlativos, como si nos hubieran lavado el cerebro y nos hubieran extirpado la capacidad de protestar, de gritar, de reclamar nuestro lugar en el mundo y nuestra individualidad; cada día que pasa somos más como una gota de agua en medio del océano, nada por nosotros mismos; nos han anulado como individuos; somos como una manada impersonal, a merced del viento que sople en cada estación del año; vamos todos juntos a ninguna parte y no nos diferenciamos los unos de los otros; todo es del mismo color; han conseguido unificarnos, dejarnos sin líderes auténticos, sin modelos a seguir y sin ninguna idea nueva a la que poder asirnos para salvarnos del aburrimiento general; vamos por donde a ellos les interesa que vayamos y no nos damos cuenta que a pasos agigantados estamos perdiendo la voz y el tesoro que es necesario y urgente que defendamos a ultranza: el yo personal de cada uno, nuestra propia personalidad, aquello que nos hace diferentes a los demás, lo que nos dignifica y nos hace fuertes; ese yo personal de cada uno que temen como al mismo demonio y al que se empeñan en destruir sistemáticamente; globalizados, para emplear un término moderno, unificados y callados en un silencio masivo no somos ningún peligro para ellos y no constituímos ninguna amenaza para seguir alimentando su injusto y mal llamado estado del bienestar; viajas en metro a una hora punta y el espectáculo que se te presenta ante tus ojos es deprimente y bastante triste: puedes leerte un montón de novelas diferentes y todas tienen el mismo tono y el mismo registro; puedes escuchar un número intederminado de canciones y todas tienen los mismos mensajes; puedes hartarte de ver películas y no hay ninguna que te lleve a exclamar: !ostia!; puedes entrar en todas las galerías de arte de una ciudad y de todas sales con la sensación de que es lo mismo de siempre pintado de otra manera; puedes escuchar la conferencia del filósofo de moda y a los diez minutos de haber empezado a hablar te cansas y sales de la sala pensando que lo que te está contando hace miles de años que ya lo dijeron los griegos, por poner un ejemplo; mediocridad y más de lo mismo; nada nuevo bajo el sol; nuestras vidas están en manos de los cien señores, por llamarlos de alguna manera, que manejan los hilos a su antojo y lo más jodido del caso es que no podemos hacer nada para evitarlo; nos han cerrado todos los caminos y todas las puertas que dan acceso a la libertad; nos consideramos avanzados y en el fondo somos más esclavos que las tribus más antiguas; la tecnología y la ciencia van a mil por hora y la ética y el ser humano está perdiendo su denominación de origen; !qué tiempos aquellos en los que una revolución social era posible! Menos mal que a unos cuantos escogidos nos queda el correr; lo reconozco: entre otros muchos encuentro a faltar al señor que escribió Crimen y Castigo, al que pintó los Girasoles, al que dirigió Ciudadano Kane, al que compuso los conciertos de Brandemburgo, al estilizado Giacometti y a todos esos malditos, la lista sería interminable, que con su sola presencia hacían del mundo un estallido de vitalidad y de continua renovación; mañana volveré a salir a correr solo y aunque sólo sea durante doce o quince kilómetros tendré el placer, una vez más, de sentirme yo; sólo por eso vale la pena seguir.

3 comentarios:

  1. Somos nosotros mismos y nuestras circunstancias compañero, pero como dicen por Liverpool "you'll never RUN along". Ma o meno vamos.

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  2. Me encanta leerte, amigo Manuel. Que razon tienes en todo lo que dices. Eres un pozo de sabiduria, y de la "borrachera", ni te preocupes, que nos pasa a todos lo mismo.

    Seguimos leyendonos.

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  3. eres muy grande Manuel.

    Tranquilo, siempre nos quedará un resquicio.

    y si no lo encontramos, ya estarás tu para recordarnos el camino.

    Gracias por entradas como estas,

    un abrazo

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