martes, 23 de febrero de 2010

Martes, 23 de Febrero.

Cuando llevaba una hora y diecisiete minutos corriendo a un ritmo presto sostenido la prudencia ha hecho acto de presencia en el paseo marítimo, ha cubierto con su manto de sabiduría el cielo todo, ha dejado a oscuras a todo bicho viviente menos a mí, se ha personificado a mi lado en la forma de una mujer alta y morena de mediana edad y atractiva y con un tono de voz entre auroritario y convincente, más bien sugestivo, me ha dicho que después de la paliza que me pegué ayer y el domingo me convendría parar por hoy, irme a casa y descansar y como en todas las ocasiones en las que ha tenido a bien visitarme le he hecho caso, ésta vez no iba a ser menos y agradeciéndole una vez más sus sabios consejos he parado el cronómetro, he dejado de correr y los últimos trescientos metros antes de llegar a la puerta de mi casa los he hecho caminando, no porque me sintiera cansado ni aburrido ni asqueado de seguir corriendo, sino porque en lugar de marcharse la prudencia no se ha ido de mi lado, se ha pegado a mí como una lapa, me ha cogido de la mano, casi me la acariciaba, he sentido escalofríos, una sensación muy extraña y ante mi sorpresa inicial me ha mirado a los ojos y me ha dicho no te dejo porque te conozco y sé que en cuanto me vaya volverás a correr de nuevo y no quiero que lo hagas, tienes que recuperarte, te cuido y te vigilo porque te quiero, se ha esperado en la calle a que subiera las escaleras y desapareciera de su vista y una vez duchado y vestido y cenado y sentado ante la pantalla del ordenador digo y escribo, aún a riesgo de hacerme muy pesado, que un día más he terminado el entreno contento y satisfecho de cómo han respondido mis piernas y mi corazón y especialmente mi cabeza y mi estado de ánimo, órganos vitales y muy importantes para mí ya que sin ellos o con ellos en baja forma o a medio rendimiento pierdo mucho y dejo de quererme y de gustarme y de sentirme feliz y a gusto conmigo mismo y por eso, desde que me despierto por la mañana hasta que me voy a dormir por la noche, todos y cada uno de mis actos van encaminados a mantener la cabeza fría y serena, sin remordimientos de conciencia, y el estado de ánimo al cien por cien de sus posibilidades; ni el dinero, ni el poder, ni el sexo, ni el acopio de información, nada está por encima de la conciencia y del estado de ánimo en mi lista de valores; necesito sentirme bien y estar de acuerdo con el que soy y estas dos premisas, siempre y cuando las tenga en mi poder y disfrute de ellas, son las que me dan la fuerza y la energía necesarias para seguir viviendo con los ojos abiertos y la vista siempre al frente, no es ninguna broma, la salud de mi estado de ánimo ha sido, es y será determinante en mi vida, nunca he ambicionado otra cosa y desde que tengo uso de razón he trabajado, y lo sigo haciendo, para que mi yo sea un yo feliz en el sentido más crítico y exigente de la palabra; acaba de sonar el teléfono y ese timbre ha sido como la campana que anuncia el final del asallto segundos antes de caer a la lona por kao técnico; quiero decir con esto que la breve conversación que hace escasos minutos he mantenido con mi madre a través del teléfono me ha cortado el hilo del discurso que me estaba escribiendo a mí mismo y eso me da pie para poner punto final a esta comedura de coco que me ha salido sin querer y despedirme de vosotros y deciros que si durante uno o dos días veis que no contesto a vuestros comentarios no es porque os haya tachado de mi lista de preferidos en un arranque de ira descontrolada, sino que es por la maldita falta de tiempo; nos leemos.

15 comentarios:

  1. Venerada prundencia,que razon lleva siempre y que pocas veces sus palabras escuchamos,aunque yo en esta fase por la que paso, no paro de obedecerle y todo va de maravilla.

    Manuel,lo mejor,ser prudente.

    Buen entrenamiento.

    Un saludo.

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  2. Como siempre, totalmente de acuerdo. Si el coco y el corazón están satisfechos con lo hecho es suficiente.

    A seguir trotando...

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  3. Que callado te lo tenías, tienes entrenador y es femenina, que morro. Tengo entendido que "prudencia" es de las buenas, hazle caso.
    Un abrazo.

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  4. Que suerte que tienes una entrenadora, jejeje. Has hecho bien. Tambien hay que parar a tiempo para no pasar males mayores. Descansa y a seguir disfrutando de lo que mas te gusta.

    Un abrazo.

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  5. Cómo te conoces Manuel... Se llama Experiencia esa mujer??

    Saludos

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  6. Que suerte, se te aparece una mujer atractiva y morena. A mí me pasa lo contrario, se me aparece un tipo duro con pelo cepillo, vestido de marrón y lleno de medallas que con cara de mala leche me dice: 2 kms más, 2 kms más y me obliga a seguir corriendo hasta terminar el entrenamiento. Será hijoputa...

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  7. Pues yo prefiero a esa entrenadora que a Miguel... que me da caña y ni un sólo mimo.

    Ser feliz es lo más importante, sobre todo sentirte bien contigo mismo.

    Un fuerte abrazo

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  8. Sabia decisión "quien mucho abarca poco aprieta", te sigo leyendo.

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  9. Oye Manel, presentame a la tía buena esa llamada Prudencia a ver si podemos ligar ella y yo también, porque de vez en cuando me hace falta alguna visita suya para "controlarme", pero además en todo nosolo en el correr jejejeje.
    Cuidate

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  10. Hay que saber escuchar la voz de la prudencia pero que no te tenga muchos día amarrado a puerto. Queremos tener todo bajo control, y ese afán de seguridad nos hace depender demasiado de las cosas. Hay que saber desprenderse de todo y ser uno mismo. La seguridad es para los cobardes.

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  11. Bonita historia. Profundos pensamientos.
    K.O. en la lona. No quedan remordimientos.
    Pa Manel de Manuel.

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  12. El puto amo El Binoy,...eres un crack tío,...gracias por existir :)

    Saludos,

    FER

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  13. Muy bien Manel!!Buena compañia!eh? eso es lo que tenia que haber tenido el domingo en Gava y no hubiera pasado ese calvario.
    Gracias por tus consejos!!!!nos vemos el Domingo!

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  14. Siempre va bien encontrarse una voz sabia en el camino malo, que te reconduze por el bueno. A pesar de eso, muy buen entreno de fondo.

    Un saludo compañero,
    * Èric.

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