viernes, 8 de mayo de 2009

Viernes, 8 de Mayo

No es que quiera quitarme de encima la parte de responsabilidad que me toca, pero en honor a la verdad debo confesar que la culpa de que hoy no haya salido a correr la ha tenido Manuel Tintoré, la voz de mi conciencia, mi segundo yo, el otro que vive dentro de mí, mi tercer brazo y mi tercer ojo, un tipo de la misma edad que yo y de la misma complexión con el que no tengo más remedio que compartir el mismo cuerpo, no porque yo sea especialmente generoso en estas cosas, sino porque por razones que no alcanzo a entender tuvo la suerte, o la desgracia, de nacer sin masa corporal, sin huesos, sin músculos, sin ningún tejido epidérmico que lo protegiera del frío en invierno y del calor en verano y sin ningún órgano vital que le permitiera vivir por sí mismo. Necesitaba de alguien para no morirse, para seguir viviendo y después de muchos años intentando averiguarlo, la verdad es que ya he perdido la esperanza de saber quién tuvo la genial ideal (suponiendo que haya sido genial) de adjudicarle mi cuerpo y permitir que respirara con mis pulmones, andara con mis piernas, masticara con mis dientes, pensara con mi cabeza, soñara con mis ojos, señalara con mis dedos, hablara por mi boca, tragara por mi esófago, digiriera con mis intestinos, utilizara mi corazón para bombear una sangre que también es mía y lo peor del caso es que se sirve de mí y de mi cuerpo con total impunidad, como si fuera suyo, como si el impostor fuera yo en lugar de él y a veces, cuando estoy bajo de defensas, cuando mi estado de ánimo está por debajo de la línea de flotación y apenas tengo fuerzas para moverme, entonces aparece él, me domina, me arrincona, me anula, se hace dueño absoluto de mí, se apodera totalmente de mi cuerpo, dejándome en el último rincón de mi organismo como si fuera una mota de polvo en la solapa de una americana raída por el paso de los años, y aprovechándose de mi debilidad, sabiéndose más fuerte que yo, se transforma, se crece y embriagado por los efectos del poder se convierte en una voz monótona y persuasiva que me habla y me dice que eso de correr es una tontería, una pérdida de tiempo, la mayor de las gilipolleces, una actividad propia de los idiotas, algo a lo que nunca le sacaré ningún beneficio y que en la vida hay cosas mucho más interesantes y divertidas que eso de sudar y cansarse inútilmente y además, me sigue diciendo, están las personas, los seres humanos, los amigos, la familia, gente de carne y hueso que necesitan de tu compañía y de tu tiempo y a los que tienes que cuidar y visitar y al final, por cansancio, o tal vez pensando que tiene razón, he decidido que hoy no iría a correr y que me tomaría la tarde libre y así ha sido; he ido a visitar a unos amigos que no veía desde hacía tiempo, he quedado con Airemi para tomar unas cervezas y charlar de todo un poco, he llamado por teléfono a mis hermanos para saber cómo les iban las cosas, he prometido a mi madre que iría a verla pronto, he ido a pasear con mi hija por la rambla de Vilanova y a mirar tiendas de moda y cuando he llegado a casa a las diez y media de la noche la verdad es que ya me había arrepentido de no haberme puesto los pantalones cortos y las zapatillas de correr, y ligeramente cabreado, molesto por haberme dejado vencer por la debilidad, me he dicho a mí mismo que la próxima vez que a mi otro yo se le ocurra abrir la boca se la cerraré de un golpe certero y si puedo y me dejan lo expulsaré de mi cuerpo como dios echó a Eva y a Adam del paraíso.

1 comentario:

  1. Hola Manuel, la verdad es que da miedo pensar de esa manera, a mi otro yo no le dejo ni abrir la boca...ja,ja..

    Un saludo
    Quique

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